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Ernesto Aroche Aguilar

No son muchas, apenas 4 de cada 100 de acuerdo a los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) a nivel nacional, pero en el concierto de la maternidad, e incluso de la feminidad, las mujeres que han decidido no tener hijos, o que retrasan por encima de los 30 años el momento de procrear no deja de mirarse con la ceja levantada por el resto de la población.

Una de ellas es Vianeth Rojas. A sus 28 años, la posibilidad de convertirse en madre es un tema que no lo lleva más de 15 minutos meditar: “en los próximos ocho años no está en mi vida ser madre… y me veo a los 35 años, y no se antoja nadita, pero también he aprendido a no decir nunca”.

Y contrario a lo que pasa con muchas mujeres la decisión ya la tenía planeada desde pequeña, «nunca lo sentí como un elemento necesario para la realización personal. Desde niña dije que no quería tener hijos. Supongo que tiene que ver con mi propia experiencia en casa. Mi mamá me tuvo a los 32 años, grande para la época, y nunca fue una madre completamente maternal. Nunca compré el discurso ese de que ser madre te realiza como mujer, en mi proyecto no lo está».

Una decisión no fácil en una sociedad en la que asumió como línea natural de la vida nacer, crecer, reproducirse y morir.

“Sí, se siente la presión social. En las fiestas familiares no falta quien te pregunte que para cuándo los hijos, y más si ya tienes pareja estable, y que si ya se tienen tal o cual edad. Mi respuesta es que no queremos hijos. Y sí, se sorprende y se sacan de onda.”

A sus 33 años, Alicia ya no está tan segura de querer embarazarse. Estuvo casada, sí, pero la infertilidad de su pareja impidió la procreación y aunque consideró la posibilidad de una adopción, el hombre con el que compartió 9 años de su vida no estuvo de acuerdo.

“A estas alturas lo veo complicado. Tener un hijo por tenerlo y sola, no lo haría. Si se trata de formar un hogar podría considerarlo, pero ya no estoy muy segura”.

Para las dos el llamado del reloj biológico ya pasó o no ha llegado, y tal vez no llegará.

Me parece que el asunto del reloj biológico es una construcción social, apunta Vianeth: “es parte de reglas sociales y de lo que se escucha en la casa o en la calle, te casas a los 24, a los 27 tienes hijos y todo se acaba a los 33, máximo a los 35. Es un imaginario muy fuerte que nos condiciona, pero, claro, habrá que ver que dice la medicina”.