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  • Crónica de una visita a los paraderos sexuales en el centro histórico de la ciudad de Puebla

Ernesto Aroche Aguilar | El Heraldo de Puebla

 

Dice llamarse Jazmín, aunque después reconocerá que ese no es su verdadero nombre. Cobra 85 pesos cada vez que sube con un cliente al cuarto del hotel del Centro Histórico donde presta sus servicios, sexuales claro, de los cuales 35 irán a parar a la bolsa de los administradores del “hotel”, el resto lo compartirá con su “protector”, aunque se niega a explicar en qué proporción.

 

Ella, como las otras 10 mujeres con las que comparte los días sentada en una silla de plástico blanco, de esas que llevan impreso el nombre de alguna marca de cerveza, están ahí cerca de 12 horas, esperando que alguno de los cientos de mirones que se paran frente a ellas se decida pagar por 15 minutos de sexo rápido en un cuarto que huele rancio, que huele a sudor viejo y secreciones que ya se han secado, rogando en cada ocasión porque no le toque algún desquiciado que le haga algo raro o le pegue y quiera llevarse su dinero, como ya le ha pasado.

 

No toda su vida fue así, entró en esto una vez que se quedó sin marido y con dos hijos que alimentar, al menos eso es lo que cuenta a quién se lo pregunte, “después la familia de mi marido me quitó a los niños, pues ya me metí de lleno a esto, no tenía otra. Un tipo me dijo que me iba a conseguir buenos lugares para trabajar y mira donde estoy metida”.

 

Jazmín no sabe o no le interesa que por enésima ocasión el tema de la prostitución en Puebla capital esté de nuevo discutiéndose en los medios, que se esté usando justificadamente o no para señalar la corrupción de las autoridades responsables, ella paga lo que tiene que pagar, lo que le dicen que tiene que pagar para que los encargados de vigilar el lugar —de quienes es mejor no hablar— cumplan con esa función.

 

Corrupción que alcanza lo mismo a la gente de la Procuraduría General de Justicia (PGJ), los Servicios de Salud del Estado de Puebla (SSEP), y el ayuntamiento capitalino, “o por lo menos así era en el anterior trienio, ahora no sé”, asegura en entrevista Alejandra Fonseca, activista de los derechos de los y las sexoservidoras que lleva por lo menos una decena de años trabajando el tema.

 

 “Pagan 5 mil pesos al ayuntamiento, 3 mil pesos a Salud y 2 mil pesos a la Procuraduría, échale que son como 30 hoteles en el Centro Histórico. Eso los hotelitos, no estamos hablando de centros nocturnos, cuando son de este tipo pagan entre 30 o 40 mil pesos”.

 

Por eso, explica, nadie quiere entrarle al tema, nadie quiere regularizar la situación, pues “es un tema que además no genera votos ni capital político”.

 

No en las calles, Rodríguez Verdín

 

El bando de policía y buen gobierno de la capital poblana sólo sanciona el ejercicio de la prostitución en las calles, pero nada dice sobre los servicios sexuales que se prestan al interior de hoteles, casas de huéspedes e incluso domicilios particulares, lo que abre un vacío legal para la práctica, reconoce el titular de la Dirección de registro y fiscalización del ayuntamiento, José Ventura Rodríguez Verdín, al tiempo que señala que se tienen detectados aproximadamente 20 sitios en el primer cuadro de la ciudad.

 

Una actividad que como bien señala Alejandra Fonseca, nadie quiere hacerse responsable, ni los Servicios Estatales de Salud, ni las autoridades municipales, a pesar de que ese modo de vida puede dejar a los sexoservidores como secuela una larga lista posibles infecciones (Síndrome de inmunodeficiencia adquirida –SIDA–, Chancro blando, Clamidia, Herpes/HSV genital, Verrugas/Virus del Papiloma Humano genital, Gonorrea, Sífilis, Hepatitis vírica) o, en el peor de los casos, un cáncer cervicouterino.

 

El sexo en estos lugares dura 15 minutos y se puede repetir unas 10 o 12 veces al día, asegura Jazmín “cuando la jornada está buena, pero acá, como ves no está buena, está muy jodido, muy feo el asunto”.

 

La rutina que siguen las cerca de 200 mujeres, según estimaciones oficiales, que alquilan la carne por no más de 120 pesos cada vez en el primer cuadro de la ciudad es una vieja fotografía deslavada.

 

Los hombres entran sin mayores aspavientos a cualquiera de los sitios enclavados en las viejas vecindades en la 12 y la 8 poniente (sin importar que se encuentren a un costado de la academia de policía o frente a la Casa de la Juventud), en la 3 norte (frente al mercado la Victoria) o en las calles aledañas, a veces una pesada y sucia cortina cubre la entrada de las miradas externas, otras una tabla a manera de biombo impide que desde las calles se vea lo que ya se adivina: un patio en donde un coro de ocho o diez mujeres las más de las veces con ropa ligera, pero no necesariamente, esperan que alguien las escoja.

 

Algunas hacen una mueca, dejan caer con una gracia mecánica el parpado o mueven la cabeza como invitando a pasar, pero son las menos, la mayoría de ellas ve pasar el tiempo enganchadas a la novelas que hablan de historias que jamás protagonizarán, de historias que no fueron hechas para que ellas las vivieran.

 

Y extrañamente eso que casi cualquier puede ver al caminar por esas calles no es detectado por los inspectores de la Director de Regulación y Fomento Sanitario de los Servicios de Salud del Estado de Puebla que dirige Baraquiel Saloma Linares,

 

En entrevista el funcionario reconoció, luego de una larga perorata legal en donde justificaba con códigos, leyes y reglamentos que la oficina a su cargo no es responsable de llevar un control de los hombres y las mujeres que ejercen la prostitución, que “es el ayuntamiento quien tiene que intervenir en estos casos”, que si les corresponde la supervisión sanitaria lo mismo en lugares como antros y botaneros, que en cabarets y lugares de diversión nocturna como tables.

 

“Nosotros si llevamos el control de los lugares cerrados, no sólo centros de diversión nocturna o cabarets, también atendemos a los otros lugares, hoteles de paso, etc, estamos autorizados para requerir una tarjeta de control sanitario a las personas que se dedican a actividades que pudieran propagar la transmisión de enfermedades sexuales y llevamos la vigilancia sanitaria en los hoteles de paso y lugares en donde se ejerce la prostitución (en el Centro Histórico). Pero pasa que cuando vamos a verificar no encontramos a nadie en estos lugares ejerciendo el sexo-servicio.

 

—¿Se está fugando información, hay quien desde adentro alerta a los dueños y administradores de estos lugares?

 

—No quisiera señalar alguna cosa de ese tipo, yo le tengo plena confianza a mis verificadores.

 

—¿Y cómo pensar en confianza, no le parece dudoso que siempre que pasan no encuentran a nadie, cuando un recorrido por la zona es identificable fácilmente por lo menos siete u ocho lugares?

 

—Pues a lo mejor usted las conoce y nosotros las desconocemos, ¿no?

 

Y si el control no se lleva porque luego no los encuentran, tampoco hay certeza en las llamadas tarjetas de salud que en teoría revisa la dependencia, pues esas tarjetas en realidad son análisis que pueden ser realizados en cualquier laboratorio particular sin mayor complicación para luego ser entregados a los verificadores, reconoce el funcionario de turno.

 

Aún así, sostiene, se han realizado cerca de 24 clausuras de cabarets y centros nocturnos en lo que va del año “porque basta con que alguna de las bailarinas no tenga sus papeles para hacerlo”, aplicando además un multa de entre uno y mil salarios mínimos, “aunque la media son entre 100 y 200”, apunta.

 

Un catre desvencijado, una vieja vecindad

 

El cuarto huele a secreciones, a humores superpuestos que patinan las paredes y le dan un toque rancio y agrio al momento. En medio de la habitación una cama desvencijada con un colchón lleno de chipotes que no ha aguantado más el uso y se cubre apenas con una colcha que alguna vez fue blanca y ahora presume un color entre amarillo y gris, con lamparones de mugre y algún líquido seminal mal limpiado que ya se secó.

 

Sobre el piso un par de envolturas color verde recuerdan que en estos casos el condón no es opcional, a pesar de que a ella le pueda acarrear una vaginitis luego del sexto de la tarde, y aún así no faltan los que quieren hacerlo sin usarlo.

 

El lugar se anuncia como Hotel PYP, está en el número 110 de la calle 8 poniente casi esquina con 5 de Mayo, para entrar hay que sortear las bolsas de basura que adornan el portón y patear las cucarachas antes de subir tres pisos por unas viejas escaleras, en la habitación principal cerca de ocho mujeres esperan sentadas, algunas se adivinan con poca edad para estar ahí, aún cuando intenten esconderla debajo de algunas plastas de maquillaje que las avejenta. Pero todos negaran la ilegalidad de su presencia, incluso las autoridades municipales.

 

De entre el grupo escojo a una que dice llamarse Jazmín y los dos sabemos que no es cierto, pero tampoco importa. Primero sonríe, intenta ser simpática, coqueta incluso. Tienes un bonito nombre, me dice al tiempo que rosa como descuidadamente mi mano, tu también le respondo antes de confesarle que no estoy ahí para cumplir con una necesidad física, que en realidad subí con ella para robarle su historia, o por lo menos algunos fragmentos de ella.

 

Los “protectores” no se ven, pero se adivinan: uno vigila la entrada, uno más se mueve entre la masa de mirones, algunos más desde la esquina reparten pequeñas tarjetas con la figura de una mujer que ni en sueños será encontrada ahí, pero que igual jala.

 

En ningún sitio se observan papeles o documentos oficiales que dejen en claro que cuentan con los permisos de funcionamiento, tampoco se sabe si las muchachas que están ahí prostituyéndose han pasado los análisis de salud necesarios para ejercer la prostitución, pues la Secretaría de Salud no las encuentra y las autoridades municipales nada pueden hacer al respecto, pues no los tienen detectados.

 

—En el recorrido que realizó El Heraldo en hoteles, moteles y lugares en donde se ejerce la prostitución en el Centro Histórico no se observó a simple vista documento de funcionamiento alguno, esto no es una irregularidad? —se le pregunta a Rodríguez Verdín.

 

—Si, donde se detecte… Ahorita vamos poco a poco porque yo quisiera avanzar en todo y lo estamos haciendo y donde se detecte lo primero que se le pide es la licencia de funcionamiento y de ahí proceden muchas cosas.

 

Regularización y no extorsión

 

Para Alejandra Fonseca no hay duda: “Las autoridades que deben atender el problema no lo hacen, como no se atiende de manera oficial, entonces se aprovechan de que no hay reglas muy claras, de que nadie le entra el toro, entonces las mismas autoridades van y hacen ahí su agosto para hacerse de un dinero mal habido, mensualmente son miles los que corren cada mes, para salubridad, para el ayuntamiento municipal, no directamente para las autoridades, pero si para los inspectores. En salud, los que deberían estar vigilando el tema de enfermedades venéreas no hacen nada y nada más van y cobran, desde luego las policías, lo mismo estatal que municipal, los judiciales”.

 

“Si se va a permitir órale pero que sea parejo, pero que paguen oficialmente. Debe de haber una regularización. Que haya un registro real y confiable de los lugares en donde se practica, que siempre sea adulta, que si hay prostitución infantil desde luego remitirlos al Ministerio Público”.

 

Aumenta la llegada de bailarinas sudamericanas: INM

 

En los últimos meses Puebla se ha vuelto un sitió atractivo para la llegada de bailarinas extranjeras, en especial sudamericanas, asegura en entrevista Eduardo Morales Garduño, delegado en Puebla del Instituto Nacional de Migración (INM).

 

Hace tan solo tres semanas el INM detuvo a “11 muchachas extranjeras en el Solid Gold, que por el propio dicho de ellas se dedicaban a la prostitución y al baile en ese negocio, las aseguramos eran ocho venezolanas, una francesa, una checa y otra más cuya nacionalidad no recuerdo en este momento”, explica.

 

Y aunque descarta la existencia de redes de tratas de blanca en el estado el funcionario puntualiza que sí se tiene detectado “que ha aumentado el flujo de sudamericanas que vienen a México, sobre todo a Puebla, para trabajar sobre todo en los tables. Parecería que la situación económica en esos países, generalmente Argentina o Venezuela, están obligando a la gente a venirse a México, y entre esos casos están las bailarinas”.

 

“Tenemos por norma preguntarles sus generales, a que se dedican o que servicios prestan en los lugares en donde hemos hecho revisiones; también tenemos un comité de trata y tráfico de personas en donde sesionamos mensualmente, ahí compartimos la información que obtenemos en las revisiones para que la autoridad competente actúe. Y no, no hemos encontrado, en palabras de estas mujeres, que sean sometidas a abuso sicológico, muchas de ellas en sus declaraciones firmadas dejan asentado que ejercen la prostitución por decisión propia”.

 

Y a diferencia de lo que sucede en sitios como La Merced en la ciudad de México en Puebla no se ha hallado son mujeres centroamericanas que estén ejerciendo el que llaman el oficio más antiguo del mundo.

 

“En el Centro Histórico hemos realizado algunos operativos porque hemos sabido de casos de centroamericanas, especialmente guatemaltecas, lo mismo que en la zona de la Central de Abasto, pero no hemos encontrado nada, hemos recorrido los antros, grande, medianos, pequeños y no hemos hallado nada”.